Érase una vez… una niña que nunca hacía lo que su madre le pedía, no por desobediente, sino por despistada. Tan despistada podía llegar a ser, que a veces olvidaba que tenía que dormir por la noche, levantarse por la mañana, comer a mediodía y cenar. Un día… su madre la envió a la carnicería a comprar asadura, insistiéndole en una sola cosa: —Date prisa, que esa receta necesita mucho
