¿Y tú qué quieres ser?
No sé si es porque hay más gente debatiendo sobre este tema hoy en día, o si solo es casualidad, el caso es que estos últimos días he leído muchísimos artículos o visto varios programas de televisión que trataban el tema del feminismo y el machismo. Por lo que a mí respecta, me parece que siempre estamos debatiendo sobre el rol de la mujer en nuestra sociedad con respecto a la familia, trabajo, crianza o incluso el físico, pero también me parece que tendemos a olvidarnos de algo: ¿y qué pasa con los niños y sus supuestos roles?
Todo el mundo parece muy preocupado por cómo criar a sus hijos y las actitudes que tendrán un día hacia las chicas, o las actitudes que tendrán como chicas. Y, por desgracia, esta preocupación se resume en: “respeta a las chicas”, “a las niñas no se les pega”, o “tienes que ser una buena niña”, “ten cuidado con los chicos que son unos brutos”. (Obviamente, este tipo de mensajes se sexualizan conforme estos niños pasa a la adolescencia).
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A todos nos entra hambre después de hacer deporte. |
Por muy bienintencionado que sea, el mensaje enviado sin querer es que hay dos categorías de persona: aquellas que están dispuestas a hacerte daño (los chicos, los hombres), y aquellas que deben tener cuidado para no dar ni la más mínima oportunidad de que les hagan daño (las chicas, las mujeres = víctimas más probables). Esto no solo asienta el cliché de que algunas personas que no necesitan protección sí la necesitan, o de que personas que jamás te harán nada son de quienes te tienes que proteger, sino que también hace que los pequeños acepten estas ideas, muchas veces incluso sin haber experimentado ninguna razón real para hacerlo. Así es como llegamos a creer estas “verdades” y a convertirnos en estos clichés.
Bueno, pues todavía hay algo que poca gente parece haber pensado hasta ahora, y de lo que yo me he dado cuenta hace poco gracias a una conversación en Twitter: ¿qué pasa con los productos que consumen los niños? Y por productos no quiero decir juguetes, ya hay suficiente gente hablando sobre eso ahora mismo; lo que yo quiero decir es dibujos animados, series o películas así como videojuegos o libros: historias que ya están escritas, relacionándolas con los roles de género y los ejemplos que los niños y adolescentes toman de lo que ven y leen.
Como puede que sepáis, sí había chicas en casi todas estas series. Empezando con Los Cinco, había dos chicos, dos chicas y un perro. De las dos chicas, una de ellas, Ana, respondía al canon de niña buena, futura ama de casa (incluso ya lo era en el momento); a veces sacaba las uñas, pero no tan a menudo como su prima Georgina, quien respondía como Jorge. Contenta como estaba yo de que hubiera
una chica que me sorprendiera y a la que admirara, no podía evitar la sensación de que había algo que no funcionaba del todo en ella, y ahora creo que todos sabemos lo que es: porque fuera valiente y aventurera, todos decían que era como un chico, e incluso ya veis, la llamaban Jorge. Ella misma no respondía a su nombre de chica. Esto podría haber sido una respuesta a una necesidad respecto a identidad sexual que fuese más allá de simplemente ser un chico o una chica, pero, la verdad, dudo que Enid Blyton tuviera en mente apoyar a ningún colectivo trans cuando creó a Jorge. No en esos tiempos. O sea, que aparte de las bonitas lecciones de honestidad e integridad que se podían extraer de estos libros, también se aprendía esto: para ser valiente tienes que renunciar a ser una chica, y viceversa.
En PAKTO secreto solo había una chica, Gabi, y era un auténtico mueble, la lamparita bonita (no voy a decir sexi, pero tal y como la describían, se quedaban a un paso). Se trataba del hermosísimo interés romántico del súper fuerte y admirable protagonista masculino. Me encantaban estos libros porque eran de misterio y aventuras, pero, por desgracia, el rol de Gabi se sigue perpetuando hoy en día, pues, por lo que parece últimamente, las adolescentes de todas las edades (desde las más pre a las post o incluso veinteañeras) quieren ser encontradas y rescatadas por un chico increíblemente sexi y fuerte. No nos engañemos, muchos libros y películas siguen reflejando este modelo de un modo u otro.
En El Pequeño Vampiro teníamos algo que podríamos llamar un pequeño cambio. Desde luego, los protagonistas eran
dos chicos, pero también teníamos a Anna, la hermana del pequeño vampiro, la más valiente de todos. Podríamos argumentar que estaba unida a Anton por un interés romántico también, pero lo admirable de ella era que no actuaba siempre en atención a esto. Por supuesto, se podría decir que la autora la usaba para arreglar los problemas de Anton; el “lo hizo un mago” se convierte aquí en “lo hizo Anna”. Pero, ¿y qué? Ella se atrevía a cosas que ninguno de los chicos se atrevía a hacer, era independiente y un personaje bastante profundo; incluso más que Anton o Rüdiger: era totalmente consciente de que Anton jamás se convertiría en vampiro porque no quería, ni siquiera por pasar la eternidad con ella, y aun así Anna lidiaba con ello y no le negaba su ayuda para evitar que sus parientes sedientos de sangre le mordieran (sobre todo tía Dorothee, la peor de todos). Sin obligar a nadie de manera psicópata, vamos.
¡Curioso cómo la actriz cambió a Buffy por Dafne, la lamparita sexy de la peli de Scooby Doo!
Pero antes de todo esto, de más niña, tuve los libros del Pequeño Nicolás. Aunque podíamos aprender muchas lecciones de él y reírnos bastante con sus locuras, hay algo que se me ha ocurrido plantearme ahora: como los niños asistían a un colegio de chicos, no había ni una sola chica en los libros, y, en los míos, yo solía tachar el nombre de uno de ellos y lo sustituía por uno de chica, y en las ilustraciones dibujaba a una niña haciendo las mismas cosas que ellos. Recuerdo claramente uno de estos dibujos, en el que la chica está jugando con ellos con una espada de madera, exactamente igual que todos los demás.
A ver: me encantaban las historias de Nicolás, pero aun así, notaba la falta de una chica en el grupo. Además, notaba la falta de una chica a la que pudiese admirar, una especie de “Jorge”, pero más… como yo, no una chica retratada como un chico.
Recordad: las chicas que corren rápido, que saltan alto, que saben dar buenas patadas o pelear con espadas no son chicos; siguen siendo chicas. Cuando yo tenía como cinco o seis años, era una niña de apariencia bastante delicada, parecía una muñeca, pero tenía una habilidad que a mi por entonces adolescente tío le encantaba explotar para enseñarme a sus amigos: sabía recitar medio alfabeto de un solo eructo (hoy en día cuando llego hasta la C ya me puedo dar con un cantico en los dientes xD).
Y ahora viene cuando os pongo deberes. O por lo menos, a todos aquellos que les guste crear. ¿Qué tal si cogéis una historia y cambiáis a uno de los protagonistas masculinos por uno femenino? Por supuesto, dejando todo lo demás exactamente igual. Imaginaos que Harry Potter se convierte en Harriet, una bruja que se enamora de Ginny Weasley, no del acosador de Malfoy. O podríais hacerlo con una historia propia, en la que os hayáis pasado con la testosterona. ¿Algún resultado curioso? Me encantaría descubrir los cambios significantes que observéis, y ver si algún personaje se convierte en, por ejemplo, una mujer con actitudes machistas. Sería, como poco, curioso (por realista, ¿eh?). ¿Creéis que poniendo a una mujer donde había un hombre tenéis que cambiar la historia de cabo a rabo? ¿Hay algún libro donde esto sea así?
En conclusión, una manera de luchar contra el machismo es, entre otras, normalizar los roles de género (vamos, eliminarlos): si una chica quiere ser una princesa no pasa nada, pero dale un nombre y algo que la defina aparte de ser princesa; si un chico quiere ser un caballero, que sea de los que muestran sus sentimientos.
Creadores: haced material que muestre tanto la soledad de un caballero como la valentía de una princesa.
Que los chicos se quiten el yelmo y muestren sus lágrimas. Que las chicas cojan la espada y maten al dragón.
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