¿No apto para personas sensibles?

Maribel/ marzo 10, 2008/ Blog/ 5 comentarios

Dicen que los estados febriles extremos pueden llevar al delirio al hombre más cuerdo de la tierra. También dicen que si estos ocurren durante la inconsciencia del sueño, pueden conducirle directamente ante su subconsciente. Lo que este le muestra en estos casos ya depende: la mayoría de las veces, como en los sueños normales, se muestran los miedos y temores. Sin embargo, teniendo en cuenta que la mente se encuentra más vulnerable debido a la fiebre, cuando esto ocurre, el hombre tiende a ver las cosas más horrendas, y los monstruos más terroríficos toman forma ante él.
¿Qué subyace, entonces, bajo la superficie de lo lógico y normal, que hace que una persona cuerda pase una mañana entera horrorizada por un sueño de cinco minutos en mitad de la noche?
Permítanme que me ponga a mí misma como ejemplo vivo y reciente de lo que estoy diciendo.
Siempre me he considerado una persona sensible, pero fuerte al mismo tiempo. Capaz de aguantar los tiempos más difíciles, ya como una costumbre arraigada en mí, pero incapaz de ver sufrir a los demás el dolor más pequeño posible. Se desprende de esto que, si no soporto ver a nadie pasarlo mal en su interior, exteriormente es algo indecible. Y si hay sangre de por medio, mucho peor. Ver sangre y heridas me pone los pelos de punta, y la simple idea de que haya seres humanos que maltratan el cuerpo por perversión y gusto propios, me es harto extraña. No entiendo cómo los franceses, que ahora me parecen tan sensibles en todas las formas artísticas que existen, tienen en su historia revolucionaria un periodo de un año denominado El Terror, durante el cual se dedicaron no sólo a guillotinar, sino también a desmembrar cruelmente a los miembros de la nobleza y el clero por ser lo que eran, bañando en sangre y cubriendo de cuerpos sin vida, que caían poco a poco en la putrefacción, no sólo el interior de las cárceles parisinas, sino también muchas de las calles de la ahora tan romántica ciudad.
Bien. Digamos que estas cosas son las que ya no entran dentro de mi comprensión de lo que es inherente al ser humano, aunque soy muy consciente de que la violencia sí lo es. Es por eso que he pasado la mañana sumida en un mar de sudores y convulsos escalofríos, asustada de mí misma y de lo que puede haber más allá de lo básicamente humano. Déjenme que les diga que ayer y hoy me he encontrado en un estado de fiebre alta debido no sé muy bien a qué, pues si esto es una gripe, que venga Dios, o que lo haga el Diablo, pero que alguno me explique por qué llevo tantas semanas enferma, y tal vez hasta me decida a rendirle culto. Y ahora les narraré mi sueño.
Me encontraba yo plantada a un lado en la Glorieta, uno de los “parques” de la “ciudad” donde vivo, observando a la gente dar vueltas a su alrededor, como era costumbre antes los domingos por la tarde. Me encontraba sola, pero para mí eso no era un problema. Sólo había salido a despejarme, no necesitaba a nadie más para eso. En ese momento un individuo se me acercaba, haciéndome un ofrecimiento que, por su cara, se suponía que no iba a poder rechazar. Por supuesto, si a las niñas pequeñas les ofrecen caramelos para llevárselas, a mí, con mi edad, supondréis que el ofrecimiento que me hacían era de otra naturaleza. El aspecto del tipo me hastiaba tanto que no tardé ni dos segundos en responder que ni en sueños (paradójicamente). Entonces el susodicho me lanzaba una advertencia: “¿No quieres unirte a nosotros? En ese caso ya puedes empezar a huir, pues estamos matando sin piedad a toda la gente, y tú no serás una excepción. No te doy más que unos días hasta que tú también sucumbas”. Después de esto, no sé por qué, pero yo sabía que habían matado ya a casi todo el mundo. Sólo quedaba un lugar en pie, y había que advertirles, pues se trataba de una especie de residencia de estudiantes, llevada por monjas, las cuales no se interesaban demasiado por el mundo de afuera. Además, allí se encontraba una de mis mejores amigas, si pudiera sacarla y llevármela, tal vez todo iría bien. La siguiente imagen era en una habitación de la residencia, esperando a que mi amiga saliera de la ducha. En aquel momento llegaba una monjita, y me hacía salir de allí diciéndome que en el comedor iban a necesitar a alguien para servir el desayuno, que bajara. Así que sin más ni más, de pronto me encontraba sola en un pasillo extremadamente largo, sin saber hacia dónde tenía que dirigirme. Las puertas habían desaparecido. Entonces una imagen cruzaba mi mente: era de nuevo la Glorieta, pero la gente ya no paseaba, sino que yacía en el suelo desangrada, la mayoría con alguno de sus miembros vitales fuera del cuerpo. Recuerdo nítidamente un par de cerebros y los intestinos de algún desgraciado, repugnantemente similares a una ristra de morcillas. De pronto me encontraba de nuevo en aquel interminable pasillo, pero ahora también rodeada de cuerpos vacíos, como en el parque, que inundaban mis fosas nasales con su fetidez putrefacta. Una sensación urgente de peligro hacía presa de mí. Sabía que no debía mirar hacia atrás por si acaso. Si no veía que me perseguían, estaría más tranquila, aunque sabía que estaban ahí. No tenía ni idea de quiénes eran, pero venían a por mí, y sabía lo que querían: arrancarme el corazón. Cada vez estaban más cerca. Pero no lo iban a conseguir, si me cogían, (este era mi “pensamiento”, si es posible pensar en sueños) que me arrancaran otra cosa, pero mi corazón era sólo mío.
Cómo me alegro de haberme despertado entonces y haberme descubierto acostada en mi camita. Eso sí, congelada por tener el pijama y las sábanas empapados de sudor, y con un ataque de pirotecnia digestiva, pero entera al fin y al cabo, y con todo en su sitio, menos mi estado de ánimo hoy para todo el día. He ahí el ejemplo de que en el fondo de todas las mentes, hasta las más sensibles, subyace un monstruo que no se sabe quién ha criado ahí, pero que existir, existe.

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5 comentarios

  1. Dicen que los sueños son una via de escape de nuestro yo más escondido.
    Yo no sé si es ése tu caso o fue debido a la fiebre, que bien cierto es que crea visiones y sueños horribles, pero los datos que das son dignos de estudiarlos. A mí me ha llamado la atención más que los muertos y perseguidores las monjas.
    No sé si has estudiado en un colegio de ellas, pero relaciono con ellas ese intento de atraparte bien por las buenas o por las malas.
    Seguramente te resultará absurdo pero yo, que estudié en un colegio de monjas, me pasé toda la primaria luchando entre la llamada de dios que ella me decían y el deseo de escapar que sentía yo.

    He llegado a tu blog de casualidad y me ha gustado. Yo soy recién instalada, y me gustaría visitarte a menudo.

    Saludos

  2. Yo recuerdo sueños parecidos…

    Mientras tengamos el monstruo bien atado ahí dentro, no pasa nada.

    Besos.

  3. Qué horrible, Altan.

    A veces pienso que el mundo de los sueños existe en otra dimensión. No deja de ser inquietante ese pensamiento, no sé por qué insisto en él.

    🙂

  4. qué gore!! no creo que un sueño justifique la existencia de un perverso monstruo interior. vemos imágenes terribles día sí, día no, en televisión, en nuestras vidas. por la noche el cerebro, cuando está saturado, las escupe, como queriendo zafarse de ellas.
    no hay duda de que el cerebro es muy inteligente 🙂

  5. Telita con el sueño
    Fíjate que ayer mismo le dije a una amiga mía que me "descifrara" un sueño que me marcó, y un tema concreto que se ha repetido en varias ocasiones, en sueños, digo.
    Hoy me comentará qué piensa al respecto, porque controla sobre el tema, pero fliparía si le cuento el tuyo…

    Pues yo creo que nunca he tenido fiebres tan fuertes como para delirar, o hallar ese lugar monstruoso de mi mente… el cual no quiero conocer, porque yo seguro que sería mucho más salvaje. Verías.

    Es demasiado curiosa la mente…

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