Invasión

Maribel/ mayo 22, 2008/ Blog/ 9 comentarios

A siempre había sabido que cuando las murallas que separan las ciudades caen, por lo general, un par de cosas interrelacionadas suelen ocurrir: que esas ciudades se muestran ahora desnudas ante las otras, y que se quedan vulnerables ante cualquier invasión externa. Es por eso que, ahora que notaba temblar los cimientos de las murallas de su propia ciudad, tenía miedo.

Había empezado a notar las sacudidas hacía algo menos de un mes. Desde entonces, cada día se derrumbaba una nueva piedra de los fuertes muros que la protegían. Es más: por el murmullo de correr de agua, que se podía oír si uno pegaba mucho el oído a la muralla, sabía que la capa de hielo que la había rodeado durante meses, e incluso años, había acabado por deshacerse.

Anonadada, observaba cómo, a cada piedra que caía, una fragante y alegre flor brotaba, ocupando el espacio que ocupara antes la pesada roca. Al mismo tiempo, gotas del deshielo del exterior, se colaban por los huecos e iban a posarse sobre estas flores, dándoles aspecto de bonitas caras que lloraban. A veces, sin embargo, dejaban que les diera la luz del sol, que venía de la otra parte del muro y se colaba por grietas y fisuras, y esta les secaba esas lágrimas e iluminaba algunas partes de su ciudad color ceniza, abriendo los ojos de A ante el horror del caos y la devastación que tanto había disfrutado anteriormente.


Lo que más la asustaba era pensar en quién estaba al otro del muro, echando abajo su refugio, aunque parecía que traía consigo la luz y el calor. La hacía sentirse tan vulnerable, como aquellas flores, a merced tanto del sol como del rocío del deshielo, que sabía que asomar la cabeza era un riesgo. Pero un riesgo necesario, aunque aquel extraño llevase un arco con flechas destinadas para ella.

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9 comentarios

  1. Ande andas, desaparecida!!
    ¿Pensaste eso de la uni??

    :DDDDD

  2. Los riesgos muchas veces son necesarios, como lo vemos en tus palabras. Preferiblemente, para mí, el riesgo es parte de la adrenalina de la vida. Quien no corre riesgos no vive.

    Siempre aparecen aquellos extraños que llevan un arco con flechas destinadas para nosotros, y aunque nos golpee directo al cuerpo solo depende de nosotros darles el gusto…

    Un placer leerte.

    Saludos

  3. Estaba logueada en otro email u.u
    qué lista yo :DD

    En fines, dejo constancia de que mi perfil sigue activo.

    :*

  4. Bueno, yo creo que todo nos deja huella, y nunca nada se acaba, pero de ahí a vivir condenados… hay un trecho.
    Por ejemplo, yo sigo a veces escribiendo sobre lo que pasó porque pasó y a mí me llenó, aunque luego me vaciara, pero eso no significa que aún le tenga en mente, o que la historia se pueda reabrir…
    Aunque, siendo sincera contigo, el último texto es una historia extraña que no comenzó, pero que parece que no quiero acabarla (por mucho que sea imposible retomar nada… al menos por los ahoras)…

    Sobre tu texto… hmm, yo me he sentido invadida, y también me han tirado los muros abajo. Siempre hubo flores que dieron por merecida la batalla, que no la guerra.

    :*****

    PD: ¿Miraste lo de las unis?
    Lo de la Complutense.
    PD2: Tus seguidores son más fieles que los míos xDD
    a mí me abandonan a mi suerte bloggera…

  5. Gilda! Pues mira… esa de trepar al muro es otra gran idea! 😉

    un besazo

  6. Nunca hay manera de saber qué hay del otro lado del muro. Bueno, sí: trepando a él.

  7. -Juanma, se me había olvidado mencionar la música!!! sí, sí, ahí está Sinatra, ese x ahora nos.. uy, quise decir, me sigue poniendo banda sonora xDDD

    -Raúl, muchas gracias, llevaré cuidado. Consejos es lo q necesito ahora. En cualquier caso, me subiré a las flechas si me las lanzan.

    Besos a los dos!!!

  8. descortezada, sin guarida, expuesta y vulnerable, pero mariposa al fin, sin la crisálida. vuela despacito, que un mal soplo es suficiente para las desestabilizaciones, o súbete a la flecha y ve más alla de lo que llegan tus alas!! "bonitas caras que lloraba"… qué crack!! 🙂

  9. Creo que ese riesgo compensa.

    Aunque nos deja vulnerables, ese calorcito, esea luz y esas flores (y la música de fondo) merecen la pena.

    Besos.

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