Encontrando a mis gaviotas
Gracias al consejo de un compañero de trabajo, y haciendo algo sano por fin para mi estado de ánimo, un tanto alterado por la soledad y la falta de una prueba de correspondencia, esta tarde decidí bajar al río a pasear. Sí, sí, así como suena de pueblerino.
El caso es que esta mañana me preguntaban si ya había visto cómo habían saneado las orillas del Ebro, y si había paseado por allí. Por supuesto, verlo, sí lo había visto, pero nunca se me había ocurrido bajar las escaleras del puente sola para mirar más de cerca.
Al llegar a casa tras el trabajo, la perspectiva de pasar otra tarde entera sola sentada en el sofá me tocaba bastante la moral, la falta de respuestas a mis llamadas terminaba de desesperarme, y con el recuerdo de mi ordenador estropeado, mi humor ya se bañaba en las aguas de la alcantarilla más cercana.
De repente, como Lázaro con el famoso “levántate y anda”, me puse en pie pensando: “todavía no has encontrado tu rincón relajante en esta ciudad, y está claro que esta esquina del sofá no lo es” (no el sofá en general, ya os lo digo yo), y ni corta ni perezosa agarré mi mochila, metí un libro en ella, y bajo el puente que me metí. A lo largo de la orilla del Ebro, se ha habilitado una especie de paseo estrecho (esto no lo sabía, me lo contaron esta mañana), por donde la gente pasea o hace deporte. Y todo esto respetando la vegetación, que es lo más admirable.
Andando iba, en busca de una sombra donde aposentarme, cuando me dio por acordarme de Alice en mi historia “Palomas al Caer la Tarde”: una niña de catorce años, a la que se llevan lejos de su casa, de la ciudad a un pueblo, donde consigue encontrar su lugar solitario y particular en el que escaparse de la frustración que le provoca todo lo demás. Las gaviotas merodean siempre por las proximidades de su escondite, y al final la conocen tanto que ni siquiera huyen de ella.
Sintiéndome estúpida por haber sido capaz de comprender a los 16 años, (cuando escribí la historia), las necesidades de una persona que no sabe exactamente qué le pasa, pero por no haberme dado cuenta de ellas 10 años después, cuando las necesidades no las tiene un personaje de ficción, sino yo misma en la realidad, paseé un rato entre las piedras del lecho del río y por el camino abierto tras los árboles. Finalmente me senté en un banco de madera, frente a un pino cuyas ramas me procuraban una fresca sombra. Tras este escudo de agujas el sol brillaba inclemente. Saqué mi libro y, en la tranquilidad de aquel lugar, por fin no sólo leí, sino que disfruté con la lectura.
Cuando el sol empezó a declinar, me levanté y me dirigí al puente para volver a casa. En la historia de Alice, cada vez que esta se marcha a casa después de un rato de relax en su escondite, las gaviotas la acompañan por la cala y la playa. Pues precisamente, al pisar de nuevo las piedras en la orilla del Ebro, vi los pilares del puente de Santiago y no pude evitar sonreir. Fue como si me dijeran:”piensa un poquito en ti misma, niña, que vales más sola, que a la espera de los demás”.
Os parecerá una tontería, pero lo que me hizo reencontrarme conmigo misma aquella tarde, fue que los pilares de este puente tienen (o eso me pareció) forma de gaviota.
Sea por lo que sea me alegra de que te reencontraras, la mejor compañía que puedes tener es a ti misma, el resto son figurantes, la protagonista siempre serás tú.
Un besazo
Ja estava esperando….jeje…Veritat q es genial trobar un puesto on "anarsen" del mon?. si vens a voreme, en tindras també un parell, 😉
M'encanta el post, te feia falta, i també tornar a escriure un poquet per al teu "public"…
B7s
Neus
Las mudanzas son heridas que tardan en cerrar. Es todo un duelo.
Me alegra que hayas vuelto, Maribel querida (me encanta tu nombre).
🙂
No es ninguna tontería…
Necesitamos encontrar nuestro rincón donde tomar aire y fuerzas para el día a día.
Por cierto, no te desesperes esperando. Vales demasiado para eso…
Besos voladores.
me alegra que vayas encontrando refugios, y que inmensas gaviotas de piedra te hablen, abrigándote con su vuelo. me alegra también que sigas escribiendo como dios: "tras este escudo de agujas el sol brillaba inclemente" (olé!)