El Triángulo de las Bermudas
Había que ver lo bien que jugaba A al juego que C le había enseñado. Era ahora, cuando le estaban dando a probar su propia medicina, que C se daba cuenta de lo mucho que dolía. Bien es cierto que los métodos de A eran mucho más drásticos que los suyos.
Tal vez eran drásticos en proporción al daño que le habían causado, aunque obviamente C era incapaz de alcanzar este pensamiento tan comprensivo. C hubiera preferido que A le dijera en palabras “no me busques más”, pero no, A prefería aprovechar las oportunidades que se le presentaban sin buscarlas, para demostrarle visualmente que ya no quería saber nada de él. Las estrategias habían sido muy distintas desde el principio, a pesar de que las jugadas y las reglas sí habían sido iguales. Mientras que C hacía las cosas sin que A las viera, aunque las supiera porque le conocía, A prefería hacer exactamente lo mismo, y justo donde él estaba, para que lo viera bien. No era venganza, era simplemente suerte no buscada. El karma estaba castigando a C, que había empezado el juego, dándole estas oportunidades a A. El golpe de gracia, sin embargo, se lo asestaron hacía tan sólo unos días.
La situación fue así: C hablaba con B apoyado en la barra, cuando A pasó de repente cerca de ellos. A siempre había querido a B, aunque hubo una temporada que C la había deslumbrado y ella se había olvidado de B. Parecía, no obstante, que un nuevo acercamiento de B la había hecho ignorar a C. Cuando A pasó, B fue tras ella, la golpeó bromeando, y volvió junto a C en la barra. Por supuesto, A le siguió para devolverle el golpe, y después se quedó allí, ignorando a C por completo. Cuando llegó el momento de marcharse, A y B se agarraron del brazo para salir de allí; obviamente, se iban juntos, y puesto que el piso de B se encontraba al otro lado de la ciudad, C mismo les tuvo que llevar en coche, ya que B se lo había pedido. C todavía conservaba la esperanza de que A subiera en el asiento de delante después de dejar a B, y se marchara con él. Pero no sucedió así. A caminó junto a B hacia el portal de este. Furioso con ella, C arrancó y aceleró, haciendo rugir el motor rabiosamente. A se dio cuenta, y se sintió un poco culpable, aunque C se lo tenía bien merecido. No se sabe lo qué pensaba B, y C se marchó preguntándose a sí mismo por qué jamás había sido capaz de negarle nada a B, a su hermano pequeño.
Para A, había quedado todo tan claro, que daba por terminado el juego.
lo importante dicen que es participar…
A veces se gana y a veces se pierde (incluso a veces no se juega…).
¿Nos persiguen las tormentas, o es al revés?
Un beso.
"A" es la chica, eso seguro (he tenido que leerlo dos veces para llegar a esta conclusi�n!!)
anyway. ABCes pasan estas cosas.
La "A" es por "Altan"?
🙂