De-sensibilización

Maribel/ abril 12, 2008/ Blog/ 10 comentarios

Que la oscuridad más profunda se hubiese adueñado del mundo otra vez, como todas las noches, y que no toda la familia estuviera todavía en casa, sólo podía ser el preludio de una cosa. ¿Intuición infantil? Más bien fuerza de costumbre.

Con el corazón en la garganta, la pequeña Rebeca (llamémosla así) miró la hora en el reloj que colgaba en la pared de la cocina. Comprobó que eran casi las once, mientras inocentemente se preguntaba si los latidos se podían escapar por la boca, y cuál sería la razón de que pareciera que eso mismo era lo que le iba a suceder a ella.
Para que su madre y su hermana mayor no notaran su nerviosismo, decidió volver a salir al jardín, a seguir haciendo lo que hacía todas las noches cuando esperaba que su padre volviera del trabajo: montó en su bicicleta rosa con cestita blanca, y continuó dando vueltas alrededor de la casa de campo donde pasaban los veranos. Como quien necesita tranquilizarse para dormir, empezó a contar sin darse cuenta las veces que rodeaba la casa. Si hubiera llevado un enorme rollo de papel de colores consigo, ahora la casa parecería un enorme regalo, tantas vueltas había dado desde las nueve y media.
En una de esas, mientras pasaba por la parte trasera en sombras de la casona, oyó una voz arrastrada que la llamaba por su nombre. Del susto, se cayó de la bicicleta y se golpeó la cabeza contra la pared. Tanteando a gatas en la oscuridad, encontró su corazón, que se volvió a tragar intentando que esta vez se quedara en su sitio en el pecho, y se puso en pie de un salto. Escudriñando las tinieblas que la rodeaban, en dirección al escampado que había justo detrás de su campo, creyó divisar una figura que yacía sobre el polvo y los matojos de aquel pedazo de tierra sin dueño. Qué mala idea la de no tener una valla que rodeara su terreno. Entonces volvió a oír su nombre, y esta vez sí agarró su bicicleta y se marchó corriendo. ¿Era aquella la voz de su padre? Con el nerviosismo en los dedos, se dio cuenta de que había sonado como cuando era malo algunas noches.
-¡Mamá! –Gritó entrando en la casa-. Hay alguien en el escampado de atrás que se parece a papá.
Armadas de linternas, las tres chicas de la casa corrieron hacia la parte trasera de la casa. Efectivamente, su padre estaba allí, tumbado, sin poderse mover. Unos hombres que sí eran malos de verdad, porque eran malos todo el tiempo, le habían pegado para quitarle la moto, y no se sabía muy bien cómo, él había conseguido llegar hasta allí. La niña rompió a llorar cuando vio toda aquella sangre, pues creía que su papá iba a morir de paliza.
-¡Cállate, mocosa cargante! ¡Me pones de los nervios! -gritó este, con aquella voz que no parecía salida de su garganta.
La pequeña contempló la escena, en la cual su hermana mayor no hacía más que mirar con los ojos desorbitados, y su madre intentaba levantar a su padre para llevarle a la casa. Dando media vuelta, volvió en busca de su bicicleta, mientras se frotaba la cabeza. Aquellos hombres malos le habían hecho a ella un chichón y un nuevo arañazo en el corazón. Ambos le dolían mucho, pero sólo uno de ellos lo había provocado la caída.
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10 comentarios

  1. Hay heridas que sólo toman forma con el tiempo…
    Huye de ellas, o que queden en forma de post y se diluyan así…
    Un besazo¡

  2. me alegra que disfrutaras el puente, y que vengas energetizada. ni crucifixiones ni nada, oye!! 🙂

  3. He leído y releído el relato, confieso que disfruto leyéndote. Sólo he leído éste y el anterior, pero creo que me voy a convertir en un asiduo de "Diario de buenas y malas ideas" 😉

    Muchos besos

  4. uyyy le pegaron en las etrañas donde mas duele !!! y esque despues te quedas como un zombien sin rumbo …

    saty : )

  5. ¡Buff!

    Qué duro y qué difícil es a veces seguir siendo inocente…

    Tiritas para el corazón.

    Besos.

  6. Encantad�simos de encontrarte, es una autentica gozada leerte. Un beso enorme.

  7. Lo peor es que seguramente le va a quedar una cicatriz.

    Un abrazo.

    🙂

  8. un texto igual que tu…hermoso, besos 🙂

  9. he visto a la niña envolviendo la casa como un regalo en su continuo pedalear. también percibí su angustia, y su dolor. GREAT!

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