Reading and feeling: Neil Gaiman.
Pues hoy vengo a hablarte de algunas obras de Neil Gaiman, el señor que se hace el misterioso en la foto. A hablarte de ellas tal cual, no a analizarlas. Sí, no me mires así. Ya sé que en mi declaración de intenciones, allá en Blogger, dije que pretendía hacer SOLO análisis profundos de las obras, no quedarme sin más en si las había disfrutado o no, sino si estaban bien escritas y por qué, y cómo ayudaba eso a hacer que la experiencia de la lectura fuese más placentera. Tres meses después, (ejem, nueve) me doy cuenta de que resulta imposible hacer solo esto y que el blog tenga entradas de manera regular. Para empezar, me encantaría tener tiempo para leer todo lo que me propongo y no es así; en segundo lugar, escribir un análisis me cuesta horrores, y por último, no tengo intención de analizar todo lo que leo, porque en principio, esto me lo reservo para los libros en español QUE ME GUSTEN. Todo lo demás, extranjero (me guste o no) o español que no me gusta, se está perdiendo en la soledad de la experiencia lectora cuando no la compartes con nadie.
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Ay, pobrecita… Lo puedes compartir todo conmigo, querida, ya lo sabes. |
Sí, vale. Aquí, entre nosotros, parece ser que MiniYo no se ha dado cuenta todavía de quién es en realidad, y de que, por tanto, sí, mis impresiones sobre lo que leo siguen quedándose conmigo. Pero que no se dé cuenta, podría enfadarse y… buff, no. En fin, que te traigo mis impresiones sobre mis lecturas del año anterior, y, puesto que fue un año de descubrimiento de autores a los que todo el mundo había leído menos yo (al parecer) más que de obras individuales, vamos primero con los autores, y después con las obras sueltas que quiera comentar.


Prueba de lo que digo sería
también El libro del cementerio (y me parece que Coraline, aunque ese está aún en la estantería poniéndome ojitos).
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Si no arriesgas nada, al final del día, nada es lo que habrás ganado. |
Merece muchísimo la pena, en serio, y encima con ilustraciones en negro que, estoy segura, te encantarán.
Bueno, y ahora viene cuando tal vez me quieras matar, o me desterrarás del país y escupirás tres veces sobre mis pasos con una maldición brujeril para que no pueda volver, y es que de estos tres libros, pasé a Neverwhere, y me llevé un chasco.
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Ya les estoy viendo a todos asfaltándote el caminito. |
Claro que sí, chica, tú no te cortes. En fin, lo que decía, que del encanto que le echa Gaiman al lenguaje en los libros “infantiles/juveniles”, pasé a encontrarme con un lenguaje algo más plano y con personajes que, por alguna razón, me daban igual.
Y eso que en Neverwhere, la historia está bastante bien y me intriga mucho ese Londres de las alcantarillas. Incluso, a pesar de que durante la lectura me daba igual la historia y lo que les sucediese a los personajes, al final les cogí cierto cariño. Sobre todo a Puerta, no sé por qué. La historia puede parecer la típica al principio de todas las obras de fantasía: una persona que es arrancada de su mundo y arrastrada a otro totalmente distinto, donde aprenderá a luchar contra sus ideas preconcebidas. Es ese mundo nuevo lo que convierte esta obra en algo que a todo el mundo le encanta; el Londres de abajo es siniestro, misterioso y, sí, también sucio y algo macabro. Esto es Neil Gaiman, señores, macabro en todo, hasta en los libros supuestamente más «juveniles».
No sé qué me pudo pasar a mí, pero no conecté del todo con Neverwhere. Sin embargo, el protagonista tenía conflictos y motivaciones, y al menos te quedas porque quieres descubrir si esa pobre persona logrará lo que quiere.
Juzga por ti mismo, de verdad, porque a todo el mundo le gusta.
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Ilustraciones de los personajes que he encontrado por ahí y que me parecen maravillosísimas. |
Con un problema más grande me encontré cuando resultó que en American Gods, el personaje principal, Sombra, no muestra el más mínimo conflicto. ¡Chico! ¡Un poco de sangre! ¡Que se acaba de morir tu mujer! ¡Que te están contando cosas que deberían hacerte hervir la sangre! Nada. Sombra se deja llevar y punto. Es un tipo grandote y probablemente bruto que necesita calmar los nervios de alguna manera para no ponerse a romper cráneos. Aparte de eso y de una cierta intriga que muestra hacia algunas de las cosas que pasan a su alrededor, lo más remarcable en él es su lealtad ciega e irracional hacia Wednesday. Me recuerda a este tipo de personajes:
En fin, que no, no sé. Se pasa el rato dando vueltas sin objetivo aparente solo porque Wednesday le dice que lo haga. «Ven aquí». Sombra allá que va. Pasa algo en principio sin conexión con nada de lo anterior. «Ahora te quedas aquí sin llamar la atención». Sombra que obedece. Ha pasado algo con una chica del pueblo. «Tú no hagas preguntas». Sombra no hace preguntas, ni a los demás ni a sí mismo. En Neverwhere también daban vueltas por todo Londres sin que pareciera que nos dejaban las cosas claras, pero American Gods es tan largo que esta sensación se convierte en algo desagradable.
Luego llega el final y casi se redime. En las últimas 150 páginas más o menos. Alguien con menos cabezonería que yo y que le pasara lo mismo que a mí con Sombra, no habría llegado para ver la maravillosa conexión que hay entre todos los hechos y personajes.
Y esto es lo que tengo que decirte de American Gods: ten paciencia hasta el final, porque vale la pena, aunque la sensación que deje siga siendo un poco agridulce. Te lo repito: juzga por ti mismo, aunque ya ves que este sí he sabido explicar por qué no me gustó. Supongo que tito Neil podría haber explotado un poco esa sensación de misterio para dejarnos caer que luego estará todo relacionado, porque si no… se te olvida todo y al final piensas: ah sí, esto es lo que pasó al principio, pues no me acuerdo bien…
Al parecer, no conecto con el Neil Gaiman que escribe para adultos.
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Sí, querida, pónselo fácil para que te odien. |
Como podéis ver, a MiniYo le gusta la sangre, así que a veces retuerce las cosas aunque yo intente ser buena.
En fin, tengo pendientes en la estantería Los hijos de Anansi, que no sé si leeré, Coraline y Buenos presagios (oh, sí, con Terry Pratchett). Por cierto, me olvidaba de La joven durmiente y el huso. Libro precioso lo mires por donde lo mires, (el objeto físico, quiero decir). Y aun con todo, tampoco es una de las mejores historias de este autor. Tiene un par de giros y retuerce el cliché de la princesa en apuros de una forma que lo hace digno de su autor, y puesto que es un cuento, o historia breve, como lo quieras llamar, pues le perdonaremos todo el resumen que utiliza. Se lee en un plis y la edición es una maravilla, así que vale la pena tenerlo en la estantería: solapas de papel cebolla, todo repleto de ilustraciones de Chris Riddell (¿te acuerdas de esta entrada?), los detalles en oro…
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¿Y esas calaveras? Me encanta… |
Bueno, me despido ya. No hagas mucho caso de las cosas feas que pueda haber dicho: Neil Gaiman es mi crush literario y me leería hasta sus desvaríos de borracho si los estampara en el papel y los publicara. Qué le vamos a hacer.
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Sí, vamos, igual que con Bon Jovi, que sus otros trabajos son la excusa para que sigas confiando en ellos. ¿No? |
Muy buena entrada. Me gusta mucho Gaiman, sobre todo “Stardust” (¿Conoces la película?) y “El libro del cementerio”. Creo que es de los pocos escritores actuales de fantasía de verdad, con ese toque de desasosiego tan de literatura fantástica clásica y de calidad. No confundir fantasía con mundos maravillosos.
¡Hola Silvia! ¡Sí, conozco la película! De hecho, la conocí antes que al libro (deshonra sobre mi vaca, sí). El libro del cementerio es una maravilla cuando lo comprendes, aunque en esto es igual que El océano al final del camino. Y muy de acuerdo contigo en lo del toque de Gaiman; sin duda, uno de sus mayores atractivos está en cómo utiliza el lenguaje y en ese algo que tiene, siempre algo macabro sin pasarse, siempre un poco desasosegante. Y en Stardust se luce, la verdad, tiene fragmentos brillantes. A mí me inspira mucho para pelear contra el lenguaje plano 🙂